Celebremos nuestra propia resurrección con unas pequeñas vacaciones que hacen que olvidemos un rato que cada uno de nosotros cargamos una cruz, ponemos la otra mejilla y nos sacrificamos para obtener un dinero que, como Dios, está por todas partes aunque no podamos verlo.
Cuando era una cría me gustaba la Semana Santa porque no tenía que ir al colegio, ahora que soy adulta me encanta por la misma razón. Más que la muerte y resurrección de Cristo, celebro la resurrección de mí misma con unas pequeñas vacaciones que hacen que olvide un rato que cada uno de nosotros cargamos una cruz, ponemos la otra mejilla y nos sacrificamos para obtener un dinero que, como Dios, está por todas partes aunque no podamos verlo.
El colmo de la Pasión religiosa
Puede que se trate de la tradición de Semana Santa más extrema del mundo y se realiza en el barrio filipino de San Pedro Cutud, en San Fernando, una localidad a 50 kilómetros de Manila. Allí un grupo de penitentes es crucificado cada Viernes Santo ante la multitud de devotos (solo el año pasado acudieron 60.000 personas).
Quienes emulan a Jesucristo ensartados en cruces con clavos de acero lo hacen para expiar sus pecados, pedir deseos o agradecer milagros. Y hay más, ya que mientras unos pocos permanecen colgados por turnos, una gran mayoría de fieles recorren las calles hasta la catedral cargando pesadas cruces o propinándose latigazos en la espalda.
Ritos de fertilidad de pésimo gusto
Seamos o no amantes de las tradiciones, hay algunas que se las traen sobre todo por machistas. En la República Checa el Lunes de Pascua los hombres tienen la costumbre pagana de visitar a las mujeres de su familia y sus amigas y azotarlas (o ‘palmearlas’ si somos amables) con unos látigos llamados Korbáč, que hechos con varas de sauce y pueden tener hasta dos metros de longitud, para traer fertilidad, buena suerte y salud.
Antiguamente se solían colgar tiras que mostraban el número de mujeres que habían… ejem, palmeado, según Czech Daily Word.
Y por si no fuera suficiente cambiar dulces y licores por azotes, al rito conocido como ‘pomlazka’ se le suma la tradición no menos agradable de verter un cubo de agua (una cucharilla los más finos) sobre las chicas, e incluso en algunos pueblos lanzarlas al río para que sean jóvenes y fértiles el resto del año.
Cuando la procesión se lleva por dentro
O mejor dicho, abajo. Los mineros polacos conmemoran el Viernes Santo con un particular viacrucis subterráneo por la mina de sal de Wieliczka, que recorren hasta llegar a la capilla Kinga para visitar una espectacular estatua de sal del Papa Juan Pablo II. Una procesión que haría las delicias de Verne, porque la capilla en cuestión se encuentra a 97 metros de profundidad y la mina, una de las más antiguas del mundo, tiene nueve niveles y casi 300.000 metros de excavaciones.
Como curioso es también el viacrucis submarino que se realiza durante Semana Santa en Puerto Madryn, Argentina, donde varios buzos trasladan una enorme cruz iluminada a ocho metros de profundidad.
Misterios muy ‘gozosos’ con crimen incluido
En Noruega, donde la novela criminal tiene muchos adeptos, la Semana Santa ha pasado a ser una Semana Negra y la llaman el Påskekrin. Imagina que en vez de Ben-Hur, en la televisión se emitan películas de misterio, que se regalen libros de asesinatos y que las familias se unan para resolver crímenes. Qué quieres que te diga, ¡compro! Incluso en algunos cartones de leche se publican historietas y pistas para resolverlas.
Cuentan que el artífice involuntario de la idea fue una editorial noruega que en 1923 y con intención de promocionar una novela publicó en la sección de Sucesos de varios diarios importantes del país una noticia falsa sobre un atraco a un tren, llegando a falsear incluso entrevistas a víctimas y crónicas sobre el incidente de ‘El tren de Bergen saqueado en la noche’ (así se titulaba la novela). Y tan bien les salió la jugada que no solo el libro de Jonatan Jery se convirtió en un éxito de ventas, sino que además la historia tuvo continuidad por fascículos hasta llegar a instaurar la tradición del Misterio de Pascua.
El calvario del conejo de Pascua
En la lejana Nueva Zelanda ya no quedan ni conejitos de Pascua ni liebres de marzo, ¡los cazan! Hace más de 25 años que en la región de Otago existe la costumbre de organizar cacerías en las que cada año mueren más de 10.000 conejos en una festividad conocida como The Great Easter Bunny (‘El gran conejo de Pascua’). Si bien se dice que esta actividad ayuda a los granjeros a controlar las plagas de conejos que fueron introducidos en el país alrededor de 1830 por los colones, los ambientalistas están que trinan con una costumbre que califican de masacre.
El Halloween de los suecos
Mientras unos se visten de romanos o buscan huevos de Pascua, en Suecia se celebra el påskkärringar y las niñas y los niños salen a la calle disfrazados de brujos y brujas para pedir caramelos por las casas, siguiendo una tradición que se remonta a 1800 aunque se cree que su origen es precristiano. De hecho, en una iglesia sueca existe una pintura fechada en 1480 que representa tres brujas de Pascua sosteniendo cuernos de bebida que se llevaban al diablo para que éste sirviera en ellos cerveza mágica.
Según la creencia popular, en Jueves Santo las brujas acudían volando al encuentro con el diablo en una montaña secreta, en Blokula, la pradera a la que solo se accedía a través del vuelo mágico y se cita en varios procesos de brujería de la zona. En este Sabbat bailaban y celebraban al canto de urracas y cuervos, regresando a tiempo para llegar a la iglesia el domingo por la mañana, donde se creía que su identidad secreta como brujas paganas se podía descubrir porque recitaban sus oraciones del revés.
También se pensaba que las brujas de Pascua quedaban atrapadas en las chimeneas, por eso, como protección, se quemaban ramas especiales de nueve variedades de árboles de hoja perenne. Estos fuegos de protección se mantenían desde el Jueves Santo hasta la mañana de Pascua. También se pintaban cruces en las puertas y se guardaban bien escobas, ganado y mascotas para que la bruja no pudiera usarlos de montura.
¡Aprisa, que si está muerto no es pecado!
En algunas regiones rurales de Bolivia, después de la misa nocturna del Jueves Santo los hurtos no solo están permitidos, sino que son “sagrados”. Eso sí, son pequeños robos en chacras ajenas, ya que se suele decir que como Dios ha muerto robar no es pecado. Al día siguiente, la tradición indica que se debe preparar una infusión de espinas y tomarla en actitud de arrepentimiento.
Sin embargo, no todo el mundo tiene el “privilegio” de ser robado, nadie mete mano en las chacras de mentirosos, envidiosos y usureros y así al día siguiente todo el mundo sabe quiénes son.
Pero además se sincretizan las religiones, así que hay lugares llamados “calvarios” donde la gente lleva imágenes de Cristo y que tienen mucho que ver con las ‘wacas’ sagradas donde vivían los ancestros de las comunidades andinas. También se cazan serpientes y lagartos, al menos en el municipio de Pazña y Huari (Oruno), para evitar que el diablo siga tentando como intentó tentar a Jesucristo cuando pasó 40 días en el desierto.