
A la hora de construir un robot, su soporte físico es fundamental. Debe ser resistente, contar con espacio para contener a todos los componentes, tolerar bien las modificaciones (siempre debe haber lugar para una idea nueva), y ser lo más liviano posible, porque a menos que sea un robot estático, debe consumir energía para trasladar su propio peso. Ahora, elimina eso. Imagina crear un robot sin armazón o esqueleto. Materiales flexibles que respondan a estímulos eléctricos podrían ser una solución, pero un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard tomó una ruta diferente. En vez de electricidad, usaron aire comprimido.
El diseño depende de dos elastómeros, uno que se estira al ser sometido a una determinada fuerza, y otro que se flexiona. Con esta combinación, y la colocación precisa de pequeñas cámaras, un lado de la superficie se estira mientras que el otro se flexiona cuando cada cámara es presurizada. La utilización en conjunto de estas cámaras sumadas a las propiedades de los elastómeros hacen que el robot entero se comporte como una especie de músculo independiente. Los desarrolladores han logrado que el robot se mueva de dos formas diferentes: Recurriendo a una “ondulación”, o flexionando cada uno de sus miembros por vez. Su respuesta no es tan buena debido a que no pueden usar mayor presión, o de lo contrario, el robot simplemente reventaría como un globo. Esto podría corregirse con materiales más fuertes, sin embargo, el sistema de control en sí también plantea algunos desafíos.