Oriol Vinyals reconoce que “desde los 15 a los 18 años jugaba bastante StarCraft en mi cuarto. Mis padres me decían ‘juegas demasiado’ y yo les decía ‘no os preocupéis, lo tengo todo controlado’”. Sus padres no podían imaginar entonces que, gracias a aquel videojuego de estrategia, Oriol se convertiría en un destacado investigador en inteligencia artificial. Hoy dirige el equipo de aprendizaje profundo de la empresa Google DeepMind, con sede en Londres, y se propone “ayudar en lo que pueda” a desarrollar el campo de la inteligencia artificial en Catalunya.
Se le ocurrió en el segundo curso de la carrera. Había empezado Ingeniería de Telecomunicaciones en la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) y al año siguiente, cuando se creó el programa CFIS de dobles grados, decidió matricularse también en Matemáticas. Para la conferencia inaugural del CFIS (Centre de Formació Interdisciplinària Superior) se invitó a Tomás Lozano-Pérez, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), que habló precisamente sobre inteligencia artificial. Aquella conferencia le cambió la vida. “Fue entonces cuando me di cuenta que eso era realmente lo que yo quería estudiar y que querría ir a EE.UU. para formarme al acabar la carrera”.
Aterrizó en 2006 en la Universidad de Carnegie Mellon, en Pittsburgh, donde realizó su trabajo de fin de carrera, que le llevó a publicar sus primeros artículos científicos. Después se trasladó a la Universidad de California en San Diego para un máster y a la de Berkeley, también en California, para el doctorado. En Berkeley conoció a su esposa, la matemática brasileña Meire Fortunato. Fue entonces, haciendo el doctorado, que creó su primer sistema de inteligencia artificial capaz de jugar a StarCraft, que “no era muy bueno -admite-; yo le gané”.
“Lo más bonito de la investigación es que es imprevisible. Siempre te encuentras con sorpresas, nunca dejas de aprender”, explica. “Cuando te adentras en el campo de la inteligencia artificial, acabas viendo que hay habilidades que parecen triviales y que damos por descontadas en nuestro día a día, pero que no sabemos cómo programar”.
Ante esta limitación, Vinyals y otros investigadores de inteligencia artificial se han adentrado en el campo del aprendizaje profundo. “Ya no programamos todo lo que tiene que hacer la máquina en cada situación, sino que le introducimos un algoritmo genérico como un cerebro en blanco para que tenga la capacidad de aprender sola”.
Aún estando en Berkeley, Vinyals aprovechó los veranos para ampliar su formación en empresas. Estuvo cuatro veranos en Microsoft Research, en Seattle, donde empezó a trabajar en redes neuronales, y uno en Google, en Mountain View. “Allí me di cuenta de que me atraía más hacer investigación en una empresa que ser profesor universitario”.
De manera que en 2013, cuando acabó el doctorado, se incorporó al equipo Google Brain. Al año siguiente, cuando Google adquirió DeepMind, tuvo ocasión de conocer a Demis Hassabis, fundador y consejero delegado de aquella pequeña empresa de inteligencia artificial. Hassabis conocía el trabajo que había hecho con StarCraft y le ofreció incorporarse a DeepMind en Londres.
Pero Vinyals y el equipo de DeepMind entrenaron al programa AlphaStar mostrándole casi un millón de partidas jugadas por personas y después haciéndole jugar contra sí mismo. Cuando le hicieron competir contra personas, derrotó a jugadores profesionales y se situó entre el mejor 0,15% de jugadores de todo el mundo. Los datos de la investigación se presentaron en 2019 en la revista Nature , donde fueron portada.
Vinyals dirige ahora un equipo de 45 personas en DeepMind. Dedica la mayor parte de su tiempo a guiar a otros investigadores y a reflexionar sobre el panorama general de la inteligencia artificial. La ve como una herramienta con un gran potencial para ayudar a las personas y para contribuir al desarrollo de múltiples industrias. “Tendrá un impacto importante en la medicina”, vaticina. “Por ejemplo, puede mejorar la interpretación de imágenes diagnósticas como las radiografías, pero no puede sustituir el contacto humano de la medicina y la enfermería”.
De cara al futuro, vivir en Londres le permite volver con frecuencia a Catalunya, algo que no pudo hacer cuando vivía en California. Gran aficionado a la montaña, espera poder regresar a sus queridos Pirineos cuando el coronavirus lo permita. Valora que el área de Barcelona puede convertirse a medio plazo en un nodo importante en inteligencia artificial. Y se ofrece a ayudar en la medida que pueda, posiblemente como asesor de iniciativas que sean compatibles con su trabajo en DeepMind.
Fuente: https://www.lavanguardia.com