Por: Lic. César Sánchez Olivencia
El 10 de Octubre de 2012, se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, fecha establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El Secretario General de las Naciones Unidas Bank Ki-moonha emitido un mensaje con motivo de esta celebración: “No hay salud sin salud mental. Los trastornos mentales contribuyen en medida considerable a la enfermedad y la muerte prematura y representan el 13% de la carga mundial de morbilidad. Con la crisis económica mundial y las medidas de austeridad conexas, los riesgos de sufrir problemas de salud mental están aumentando en todo el mundo”.
Señala el documento -entre otros puntos- que “La pobreza, el desempleo, los conflictos y la guerra tienen efectos adversos sobre la salud mental. Además, el carácter crónico e incapacitante de los trastornos mentales a menudo impone una carga económica extenuante sobre las personas y las familias. Además, las personas con problemas de salud mental —y sus familias— son víctimas de estigmación, discriminación y victimización, que las privan de sus derechos políticos y civiles, y limitan su capacidad para participar en la vida pública”.
Concluye indicando que “Las enfermedades mentales pueden ser tratadas eficazmente. Ya tenemos los conocimientos necesarios. Existen medidas viables, asequibles y eficaces en función de los costos para prevenir y tratar los trastornos mentales, y ya se están aplicando, por ejemplo, por conducto del “Programa de acción para superar las brechas en salud mental” de la Organización Mundial de la Salud (OMS). (…) es preciso un firme liderazgo, alianzas más sólidas y el compromiso de aportar nuevos recursos. Comprometámonos hoy a invertir en la salud mental. Los beneficios serán considerables”. El Estado debe abordar con decisión el problema de la salud mental.
A propósito, la depresión es uno de los trastornos que el Estado ha olvidado. ¿Qué es la depresión? Una de las de enfermedades más perjudiciales que muchas veces no se percibe con seriedad. “Juan está muy triste”, “José no tiene ganas de hacer nada”, son las expresiones comunes. Se le considera una enfermedad menos grave que la tuberculosis. Esto es un grave error porque la TBC se cura en seis meses pero el tratamiento de una depresión puede durar varios años. El problema se agudiza porque en el Perú no existen suficientes médicos psiquiatras y mucho menos, especialistas en la enfermedad de la depresión.
Si lo expresamos en pocas palabras, podemos decir que es una apatía clínica grave. Hacia sí mismo, su familia y la sociedad. Es una enfermedad mental común que se presenta con pérdida de interés o placer, disminución de la energía, baja autoestima, sentimientos de culpa, alteraciones de sueño o apetito, y baja concentración. A menudo, se presenta con síntomas de ansiedad. Estos trastornos pueden volverse crónicos o recurrentes e impiden que la persona realice sus tareas diarias. El suicidio es la crisis de una depresión.
La depresión se expresa en muchas formas. De acuerdo con la cantidad y la severidad de los síntomas, puede clasificarse como leve, moderado o severo. Si la dolencia es leve tendrá alguna dificultad en el trabajo y vida social. Si es severa es probable que la persona no pueda continuar con ninguna de sus actividades. Otra forma es el trastorno afectivo bipolar que se caracteriza por actitudes maniaco-depresivas interrumpidas por periodos de normalidad. Se presentan con exaltación del humor y aumento de energía, que conduce a una hiperactividad.