En 1991, con apenas cuatro meses de vida, el ahora artista urbano Spencer Elden posó ante la cámara del fotógrafo Kirk Weddle. Sus padres solo percibieron 200 dólares por la sesión, una cifra irrisoria teniendo en cuenta que la instantánea es una de las más icónicas de la historia del rock.
El estadounidense Spencer Elden no fue un niño cualquiera. Hace 30 años, cuando apenas tenía cuatro meses y sin ser consciente de ello, protagonizó una de las portadas más célebres de la historia de la música: Nevermind, el álbum que catapultó a la fama a Nirvana y puso el grunge en el radar internacional. “Es extraño formar parte de una imagen tan icónica culturalmente porque, realmente, no tuve nada que ver con ella. Mi madre tiene una historia loca. Dice que, cuando era joven, tuvo una especie de visión de que su bebé iba a estar en todas partes”, contó a las páginas de The Guardian en 2015.
Así fue. Teniendo en cuenta que el segundo largo de la extinta banda liderada por Kurt Cobain ha vendido más de 30 millones de copias desde su lanzamiento, y que la carátula se ha reproducido hasta la saciedad en todo tipo de productos de merchandising, su cara es de todo menos desconocida, y está, literalmente, en millones de hogares, locales de ocio y salas de exposiciones de todo el mundo.
Inicialmente, tanto el grupo como Robert Fisher, el director de arte de la discográfica Geffen Records, se plantearon un concepto visual mucho más explícito para ilustrar Nevermind. “Kurt quería un bebé que estuviera naciendo bajo el agua. En aquella época, antes de que existiera internet, había que ir a la librería local y revisar los libros de partos para encontrar fotos. De modo que es lo que hice... pero no había forma de hacer una portada con ello. No pude encontrar ninguna foto buena. Todas eran demasiado explícitas para usarlas”, explicó Fisher. Tras descartar la idea de mostrar un parto, no les quedó otra que recurrir a un bebé sumergido.
“Entonces a Kurt se le ocurrió añadir un anzuelo para hacer la escena más impactante. Pasamos la tarde sentados pensando en todas las cosas divertidas que podríamos poner en él. Por ejemplo, un trozo de carne, como un gran filete crudo. O un CD o algo que sirviera para simbolizar la música. Fuimos a comer y estuvimos en plan: ‘¿Qué tal un burrito?’. También: ‘¿Qué os parece poner un perrito caliente?’. Estuvimos así durante horas. No recuerdo a quién se le ocurrió la idea del billete de un dólar, pero a todos nos pareció que era bastante buena”.
Con la premisa ya clara, solo faltaba encontrar un brazo ejecutor. El elegido fue el fotógrafo Kirk Weddle. “En ese momento yo intentaba hacerme un nombre como el chico de la fotografía submarina”, narró en The Guardian en 2019, “pero cuando me pidieron que hiciera la portada para Nevermind no tenía idea de si podría hacerlo. Hacerle fotos a un bebé era nuevo para mí. ¡No quería que acabara ahogándose por mi culpa!”. Afortunadamente, no hubo que lamentar ninguna desgracia. Sobre todo, porque el anzuelo y el billete se insertaron en un laboratorio días después.
Por aquella sesión de apenas cinco minutos, realizada en el centro acuático de Pasadena, cobró 1.000 dólares (unos 820 euros al cambio actual). La cifra lo cubría todo: desde el equipo necesario hasta la contratación de un buzo para posibles rescates. “Sabía que tenía la foto buena. Es lo que pasa con los fotógrafos de la vieja escuela: como profesional, debes saber que tienes la adecuada antes de irte. Sin embargo, yo no estaba seguro de que la compañía de discos la aceptara. Así que, por si acaso, decidí ir a una escuela de natación para niños y meter a media docena de bebés en el agua. Había una niña de 10 meses de edad que pensé que podría funcionar, así que le hice una foto de perfil. Pero a la discográfica le encantó la original de Spencer”, explicó Weddle.
“Acabaron eligiéndome a mí. Y creo que se debió a mi pene: muchos de los otros bebés eran niñas. Me alegro de que no fuera para algo como un álbum de los Backstreet Boys”, bromeó al respecto Spencer en la entrevista que concedió en 2015. En la misma apostilló: “Mis padres sabían quiénes eran Nirvana, pero no estaban muy interesados en la escena grunge. Mi padre, Rick [quien trabajaba en Hollywood como artista de efectos especiales], asistía en ese momento a la escuela de arte y sus amigos le pedían a menudo ayuda para sus proyectos. Así fue como su amigo Kirk le llamó y le dijo: ‘¿Quieres ganar algo de dinero hoy y tirar a tu hijo a la piscina?’. Mis padres me llevaron allí, al parecer me soplaron en la cara para estimular mi reflejo de inmersión [que hace que los bebés cierren la glotis en el agua], me sumergieron, me hicieron algunas fotos y me sacaron. Eso fue todo. Les pagaron 200 dólares y se fueron a comer tacos después”.
Al principio, el conocido como Nirvana Baby se sentía orgulloso de su hazaña acuática. Hasta se tatuó el logo de Nevermind en el pecho. Después de abandonar sus estudios un año antes de graduarse en el instituto, sus progenitores le animaron a ingresar en una escuela militar. Duró poco, por entonces ya sabía que quería dedicarse al mundo del arte. Su primera oportunidad la tuvo gracias a Shepard Fairey, el diseñador gráfico detrás del cartel Hope (esperanza) que Barack Obama empleó durante su campaña presidencial. Con él pasó cinco años. Actualmente sigue residiendo en Los Ángeles y se dedica profesionalmente al arte urbano.
Eso sí, como en toda buena historia, aquí también hay un lado menos amable. A diferencia de cuando era adolescente, con el paso del tiempo Spencer ha ido cambiando su discurso sobre su participación en la famosa portada. Si bien en 2011 se tomaba a guasa que muchas personas se rieran del tamaño de su miembro ―“mi novia sabe la verdad sobre eso”, decía―, en 2016 contó a la revista Time justo lo contrario: “Cuando voy a un partido de béisbol suelo pensar: ‘Tío, probablemente todos en el estadio me han visto desnudo siendo un bebé’. Siento que pasaron por encima de mis derechos como persona”. Tampoco le ha sentado bien que ninguno de los dos miembros supervivientes de la banda, Dave Grohl y Krist Novoselic, hayan contactado con él.
Otro aspecto que ayuda a comprender este resentimiento es que los Elden, más allá de los 200 dólares que les dio Kirk Weddle, no han percibido desde 1991 ni un céntimo por derechos de una imagen ya legendaria. En realidad, cuando Spencer cumplió un año, el sello de Nirvana únicamente se limitó a enviarles un álbum de platino y un oso de peluche. “Todos los que participaron en el disco tienen toneladas y toneladas de dinero. Me siento como si fuera lo último del grunge. Vivo en casa de mi madre y conduzco un Honda Civic. Es difícil no enfadarse cuando oyes la cantidad de dinero que había en juego”, explicó en Time. Hace un lustro se planteó la posibilidad de emprender acciones legales contra Geffen Records, pero terminó desistiendo al pensar que era una batalla perdida.
El caso de Elden no es único en el mundo de la música. Está plagado de portadas, especialmente de debuts que no se esperaba que vendieran mucho, que finalmente se hicieron legendarias. El primer disco de Roxy Music, titulado igual que el grupo y publicado en 1972, tiene una de las portadas más reconocibles del rock, con la modelo Kari-Ann Muller posando como una pin-up de los años cincuenta. Ella cobró por esa foto 20 libras.
En el caso del famoso Meat is Murder (1985), de The Smiths, el disco contiene una imagen cuatriplicada de un soldado en cuyo casco se lee el título del disco. Él se llamaba Michael Wynn, era natural de Ohio, tenía entonces 20 años y la imagen fue captada por el fotógrafo y director Emile de Antonio para su documental sobre Vietnam En el año del cerdo (1968). Wynn, como Spencer Elder, no está demasiado feliz.
En una web oficial de veteranos de guerra, escribió en 2019: “Nunca me contactaron para contarme que iban a usar esa fotografía. Y no me gustó demasiado que The Smiths cambiasen las palabras. Me enteré de todo esto cuando mi hermana se encontró un día el disco estando de compras”. En la foto original su casco no tenía escrito “La carne es asesinato”, sino: “Haz la guerra, no el amor”.
Fuente: El País