Una mujer hace ruido mientras dirige a los murciélagos lejos de la torre de energía en Hpa-An, estado de Karen. AFP
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Una cepa hallada en murciélagos, bautizada como RaBtCoV / 4991, hace unos ocho años comparte un 96% de similutud con el patógeno de la pandemia actual.
Al principio, tras inspeccionar la mina de cobre, la primera conclusión a la que llegó la viróloga Shi Zhengli fue que seis mineros enfermaron porque se habían infectado por unos hongos al limpiar las heces de los murciélagos del fondo de uno de los pozos. Dos de ellos, con síntomas similares a los de una neumonía, murieron rápidamente. Otro lo haría poco después en el hospital. Pero tras unos análisis a los tres supervivientes que quedaban, se comprobó que estos habían generado anticuerpos contra un coronavirus desconocido, similar al síndrome respiratorio agudo severo (SARS) que contagió en 2003 a 8.098 personas.
Era el año 2012, la doctora Shi Zhengli y su equipo del Instituto de Virología de Wuhan habían recibido ordenes para investigar lo que estaba ocurriendo en aquella mina abandonada en la región de Mojiang, al suroeste de China. Cuatro años después, la viróloga y sus colegas publicaron un artículo ("Coexistencia de múltiples coronavirus en varias colonias de murciélagos en un pozo minero abandonado") en el que explicaron que de las 152 secuencias genéticas de coronavirus encontradas en la mina, dos eran similares a las que habían causado el SARS. Una incluso fue descrita como una nueva cepa, llamada RaBtCoV / 4991.
UNA NUEVA VARIANTE EN MURCIÉLAGOS
La viróloga lleva desde la primavera de 2004 adentrándose en la oscuridad de las cuevas para investigar los coronavirus de los murciélagos. Su método de trabajo sobre el terreno siempre ha sido el mismo: colocar redes a la entrada de las grutas, esperar al anochecer, y cuando los muriciélagos salen a cazar, quedan atrapados. Luego, hay que dormir a los animales con un suave anestésico y extraer su sangre de una vena de sus alas. También se les realiza hisopos orales y fecales. Después, ya en el laboratorio, Shi realiza lo que se conoce como "ganancia de función", es decir, remodelar los virus para hacerlos más contagiosos y luego identificar sus debilidades para desarrollar un tratamiento.
El nombre de esta viróloga -y su apodo en China: Batwoman- se conoció en los medios de todo el mundo cuando el pasado 20 de enero publicó el genoma del nuevo coronavirus, que era un 96 % idéntico al que ella y su equipo habían identificado en murciélagos de herradura -coronavirus RaTG13- en las cuevas de la provincia de Yunnan, al sur del país. La diferencia principal era un segmento de seis aminoácidos que permitía al virus penetrar dentro de las células humanas.
Ahora, un reportaje publicado este fin de semana por el diario dominical británico The Sunday Times, ha rescatado la historia de lo ocurrido en la mina de cobre donde se infectaron hace ocho años los seis mineros. También aporta nuevos datos que apuntan a que varias de las muestras congeladas del virus encontrado que se llevaron al Instituto de Virología de Wuhan y que se guardaron en el laboratorio P4 de máxima seguridad, contenían la misma cepa que los científicos revelarían más tarde como el pariente más cercano conocido del coronavirus actual.
Es decir, que el virus de la mina y el de los murciélagos de Yunnan, es el mismo, aunque con diferente nombre. Algo que invita a la confusión. Y que no se detalló en el artículo de la revista Nature del 3 de febrero firmado por Shi Zhengli, una de las coautoras. En cambio, en una base de datos de virus de murciélago publicada por la Academia de Ciencias de China, que supervisa el Instituto de Virología de Wuhan, los enumera como uno solo.
"Una investigación ha descubierto evidencia de que China no compartió información crucial sobre el virus hermano de la Covid-19, a pesar de que es el líder más fuerte en la búsqueda de los orígenes de la pandemia", exponen desde The Sunday Times.
En declaraciones a ese periódico, Peter Daszak, un experto en enfermedades infecciosas que ha ayudado al Instituto de Wuhan a rastrear virus durante 15 años, confirmó la coincidencia pero dijo que no había nada siniestro en el cambio de nombre. Otros científicos entrevistados para el reportaje sí que cuestionaron la falta de una mayor investigación sobre la RaTG13 como altamente inusual dada la muerte de tres de los seis mineros que entraron en contacto con este coronavirus.